sábado, 6 de octubre de 2007

Amanecer en Tikal






Y yo que pensaba que ni unas ruinas ni una selva (ni los pizotes, ni los monos por todas partes, ni los tucanes de todos los colores, ni las tarántulas) podrían impresionarme tanto ya...

Eso sí, lo despertarse a las 2.30 de la madrugada espero que no se vuelva a repetir mientras viva.


And the radio plays: Your hand in mine. Explosions in the sky.

martes, 2 de octubre de 2007

Caput

La espiral del asalvajamiento parece no detenerse jamás. Hace tan sólo dos días estábamos en la casa del lago de unos millonarios salvadoreños, con tres mayordomos sirviéndonos uvas, comiendo la pera con cuchillo y tenedor, "living la vida loca" y montando en yate, y hoy andábamos de nuevo en medio de la selva, caminando con un calor asfixiante y con barro hasta las rodillas. Por supuesto, en todo el día hemos comido tres galletas, una magdalena y una raja de piña. Así ha terminado mi ropa al término del paseo:


Sin embargo, las consecuencias hoy han tenido un alcance más dañino que en otras ocasiones. En uno de los resbalones mortales en medio del fango me he pegado la toña de mi vida (afortunadamente sin consecuencias físicas graves). La fortuna que han tenido mis huesos no ha sido tan complaciente con mis gafas, puesto que según me levantaba del suelo cagándome de risa me he dado un cabezazo con Mikel (que viendo que había sobrevivido se descojonaba con la misma intensidad que yo), y la patilla de la montura ha quedado seriamente dañada. Intentándola poner en su sitio, uno de los cristales ha saltado por los aires, con lo que ahora voy por la vida en plan miope, al menos, hasta que logre encontrar algún manitas que logre colocar la lente en su lugar natural.

Afortunadamente, todos estos dramas nunca están exentos de recompensa, que en esta ocasión ha llegado al alcanzar el alto de la montaña y contemplar la garganta de Semuc Champey, por donde transcurre el río Cahabon sobre unas cuevas subterráneas formando pozas naturales en la roca caliza. El posterior baño también ha ayudado a relativizar la magnitud de la pérdida, pero bueno, como bien ha indicado Ángela, suficiente han aguantado las pobres gafas, mil veces olvidadas en cibercafés de diversos lugares del mundo, sumergidas en piscinas, caídas en charcos, pisadas y maltratadas de la forma más diversa.



And the radio plays:
How my heart behaves. Feist

lunes, 1 de octubre de 2007

El gavilán del norte

Por delante

Por detrás (trís trás)

Por dentro

En los países centroamericanos nos está resultando de lo más difícil mantener el equilibrio entre el ahorro y la comodidad. La cuestión es que no queremos gastar tanto como cuestan las líneas directas, pero tampoco podemos permitirnos (por cuestiones de tiempo, principalmente) viajar en busetos cochambrosos, de pie, más apretados que en el metro de Tokio en hora punta, a 35 ºC durante las catorce horas de media que son necesarias para recorrer tan sólo 100 kilómetros de trayecto, por carreteras de terracería y, por supuesto, parando cada cinco metros a recoger a señores que van saliendo de todos los rincones del camino.

La mayoría de las veces, en nuestro intento por mantener dicho equilibrio, nos acaban timando. Y eso que pensábamos que en México ya lo habíamos visto todo en transportes y que nadie nos la iba a jugar con tanta experiencia como hemos acumulado, pero se ve que estábamos muy equivocados, porque siempre nos acaban dejando en pueblos que no son, o nos hacen coger otros autobuses o tardan cinco horas más de lo convenido.

Una combinación de todo lo anterior fue lo que nos pasó con el Gavilán del Norte, un autobús, supuestamente directo, en el que pasamos el otro día 13 horas para viajar desde León (Nicaragua) hasta San Salvador (El Salvador). El tipo que nos vendió la moto nos comentó de pasada que el único inconveniente del autobús era que no tenía baño ni aire acondicionado, una forma muy delicada de adornar la realidad.

El problema con este tipo de cosas es que la persona con la que tú haces el trato y llegas a un acuerdo, al cabo de diez minutos y siempre gracias a nuestra falta de reflejos, acaba evaporándose en una red de personas encargadas del tinglado que van pasándose el relevo y que no tienen ningún compromiso contigo. Así que "ni modo" de reclamar, porque, ¿qué le vas a contar al conductor del bus, que sólo te conoce porque allí te ha llevado un tipo que te ha presentado el taxista contratado por el hombre que te aseguró que aquel bus era directo?

Tras seis pasos aduaneros, mil revisiones de nuestros pasaportes y otras tantas paradas estratégicas en poblachos donde se metían una media de cuatro vendedores de pan de leche, trabamos amistad con la mitad de los pasajeros que acabaron por descubrir que quedarse con nosotros era lo más entretenido que se podía hacer, especialmente, haciendo cálculos sobre la hora a la que íbamos a llegar: "Antes de la 1 de la mañana no llegamos", decían unos. "¡Nooo, hombre! A las 5 de la tarde pasamos la frontera de Honduras y a las 7 ya estamos allí", aseguraban otros, tratando de tranquilizarnos. "Yo creo que a las 22.45 estamos", sentenciaban los más audaces, dando nociones así de exactas.

En fin, la jornada acabó justo como no queríamos bajo ningún concepto: tirados en medio de una carretera, junto a una gasolinera en San Salvador (una ciudad bastante peligrosa, por cierto, con muchos de sus barrios completamente tomados por las maras) a las 23.00 horas.

"¡Tranquilos, que no os va a pasar nada!", nos dijo a modo de despedida el capitán del Gavilán del Norte (se me ha olvidado mencionar que en el autobús había cinco empleados cuyas funciones no acabamos de determinar con exactitud). "Crucen y métanse en la gasolinera, que este barrio es muy peligroso", agregó a continuación el que bajaba las maletas por lo bajini.

La gente nos decía adiós por las ventanillas mientras continuaban en su camino rumbo a Guatemala y nosotros, como suele pasarnos cada vez que nos engañan con tanto encanto, en vez de cagarnos en su calavera, volvimos a vernos embargados por esa especie de tierno síndrome de Estocolmo que nos despiertan "malandrines" de diversa calaña.

jueves, 27 de septiembre de 2007

King of the bongo


Every monkey'd like to be
In my place instead of me
Cause I'm the king of bongo, baby
I'm the king of bongo bong


Momento "Gorilas en la niebla": haciendo de Jane Goodall y Dian Fossey con los monos aulladores a diez metros por encima de nuestras cabezas (y sin cortarse un pelo ante la presencia humana) en la Isla de Ometepe, Lago de Nicaragua.


And the radio plays: King of the bongo. Mano Negra.

Nicaragua ¿sandinista?




Cuando era pequeña y todas las vacaciones íbamos a Salamanca, en la entrada de la ciudad había unos muros de un cemento gris y horrible que habían sido tapados con pintadas solidarias con todo tipo de causas. Mis favoritas eran unas bastante grandes que ocupaban una fila larguísima de bancos de piedra, pintados de rojo y negro y con unas letras blancas enormes que decían: "Ahora más que nunca en Nicaragua con el Frente Sandinista de Liberación Nacional".

Supongo que llevaban allí desde por lo menos 1979 (me parecería extraño que antes alguien en Salamanca simpatizara tanto con el FSLN como para cascarse esa pintada), y hace como cinco años desaparecieron, cuando alguien volvió cubrir aquellos muros que hablaban de los derechos de las mujeres, de la no discriminación a los enfermos de SIDA y del movimiento okupa de una anodina capa grisacea de pintura.

Ahora, tras todos estos años llegando a Salamanca sin el "Ahora más que nunca en Nicaragua con el Frente Sandinista de Liberación Nacional" dándome la bienvenida, me encuentro con la versión original de aquella propaganda revolucionaria que aquí, adorno multitud de paredes, especialmente en el periodo comprendido entre 1979 y 1990, década en la que los sandinistas gobernaron el país y aguantaron con bastante fortuna los embates de "La Contra", guerrilla financiada por los Estados Unidos de Reagan.

Ya ha llovido mucho desde entonces y aunque el régimen sandinista no resolvió los problemas de Nicaragua (país que junto a Haití registra los mayores índices de pobreza del continente) y fue derrotado en tres elecciones consecutivas por gobiernos de oposición, el pasado año Daniel Ortega volvió a ser elegido presidente, pues aún hay gente que siente un profundo orgullo de aquellos años de lucha que acabaron con la dictadura somocista y que alza en sus casas y negocios banderas rojas y negras.


And the radio plays: Minimal. La Kinky Beat

miércoles, 26 de septiembre de 2007

¡Mariano!




Tenemos un nuevo compañero de viaje. Se llama Mariano y es argentino y, aunque ni de lejos es lo mismo, nos ha llenado un poquito el hueco que dejó Teresa en Río Dulce. Mañana nos separaremos de él y, tras todos estos días recorriendo Nicaragua juntos y disfrutando de su compañía, nos da bastante pena.

Por cierto, que ha hecho falta conocer a un porteño para aprender a jugar al tute, que es algo como muy español, ¿no?


And the radio plays: Todo tiende. Ojos de brujo.

Managua

11 de la mañana en Managua, Nicaragua

Seguimos en la ruta del "Me gustas tú", como Teresa la bautizó. Managua es una ciudad que quedó completamente destruida tras un terremoto en 1972. Su reconstrucción se ha llevado a cabo de una forma caótica y desordenada que le confiere un aspecto descuidado y hostil. Por todas partes crecen edificios dispersos, ubicados entre enormes solares de aspecto triste e inhóspito.

Casi ninguna calle tiene nombre y las que gozan de ese privilegio, no pueden decir lo mismo sobre el conocimiento de éste por parte de sus habitantes. La gente, para localizar los distintos puntos, sigue utilizando referencias espaciales que ni siquiera existen hoy. "Eso está una calle al sur y una hacia el lago desde el Ticabus", e indicaciones así de inconcretas es lo máximo, pues, a lo que se puede aspirar.

Corto y cambio por hoy...