jueves, 1 de marzo de 2007

Encuentros en la tercera fase I


Monseñor Rodrigo Aguilar, obispo de Tehuacán, culpa al hedonismo y al consumismo que imperan en la cultura de la sociedad actual de la falta de fe en los jóvenes de hoy en día.

Eso sí, hace unos diez días, durante la inauguración del centro comercial Liverpool y después de ofrecer una misa en la que deseó toda la prosperidad que Dios pueda ofrecerles a los empresarios y a los futuros clientes de las instalaciones, se dedicó a bendecir a diestro y siniestro las palomitas del Cinépolis y los Whopper del Burger y los Big Mac del McDonald's con una ramita de romero que sumergía con alegre despreocupación en agua bendita, salpicando de paso la cara de los dependientes, que no sabían muy bien cómo actuar ante tal suerte de estrafalaria bienaventuranza.

Monseñor Rodrigo Aguilar se disculpó educadamente de su actitud de desconfianza hacia nuestra entrevista (que tenía como único fin obtener cifras de la Diócesis de Tehuacán), porque claro, está harto de que los periodistas le pregunten inquisitoriamente sobre aspectos "negativos" de la Iglesia.

Con ello se refería concretamente al caso del Padre Nicolás Aguilar, un cura oriundo de la zona acusado de abusar sexualmente y violar a 86 niños en México y Estados Unidos, y que en su día, cuando el escándalo se destapó, fue protegido por la diócesis, entonces dirigida por Norberto Rivera.

Según algunos testimonios recogidos en la prensa, es usual verle dando misa y vendiendo cassettes de música religiosa en pequeños pueblos de los estados de Puebla y Morelos, donde ha vivido en los últimos años protegido por los párrocos de estos municipios y al amparo tácito de la diócesis de Tehuacán y la archidiócesis de Puebla.

Mientras, se repite hasta la saciedad que se desconoce su paradero y nadie sabe explicarse por qué en nueve años la Procuraduría General de Justicia de Puebla no ha podido detenerle aún.

Estas cosas está feo hablarlas, claro...

P.D (Post Descarga):
A todo esto, el tipo me pilló escupiendo un caramelo malote, malote de los que ofrecían en la sacristía en un pañuelo con el que simulé sonarme los mocos.

Justo después tuvo lugar este pequeño diálogo, para empezar a romper el hielo:

- ¿Ustedes son católicas?
- No.
- ¿Entonces qué son?
- Pues nada...