martes, 6 de marzo de 2007

Un poquito de cultura de la corrupción

Para todo en la vida hay una primera vez. Desde que llegué aquí he vivido varias primeras veces: mi primer baño en el Pacífico, mi primer "enchilamiento" con el consecuente picor abrasador en la lengua, mi primera michelada o mi primera toma de un palacio municipal.

La toma del palacio municipal es una práctica típicamente mexicana que consiste en que, cuando la población de alguna localidad se cabrea, ocupa el Ayuntamiento hasta la cocina para reivindicar sus exigencias e impedir mientras tanto que las actividades del cabildo se sigan desarrollando normalmente. A esta gente nadie le toma el pelo...

La primera vez que yo lo vi en vivo y en directo fue en Zapotitlán Salinas, donde alrededor de trescientas personas (son bastantes tratándose de un municipio semi despoblado en medio del desierto) exigían la destitución del cabildo al completo por varias razones:

1) Nepotismo: la mitad de los funcionarios que el alcalde había nombrado durante su mandato llevaban o su primer o su segundo apellido.

2) Corrupción: el tipo había tasado el coste del asfaltamiento de una calle de 50 metros en una cantidad totalmente descabellada (siento no poder concretarla, todavía no manejo bien cantidades altas de pesos). Al más auténtico estilo marbellí, vamos...

3) Camorrismo: el alcalde, acompañado de su secretario y un regidor, había pegado a un funcionario del servicio de recogida de basura por haber participado en protestas en su contra durante la lectura del informe de gobierno.

En fin...

El otro día nos volvió a tocar cubrir una toma de palacio en Vicente Guerrero, pero esta vez fueron los propios regidores (el equivalente mexicano de los concejales) los que llegaron a esta determinación.

El alcalde del municipio llevaba un año y medio sin repartir entre la población las ayudas que la Dirección de Protección Civil del Estado de Puebla había entregado para los afectados por el Huracán Stan.

Los regidores, incluidos los de su propio partido, el PRI (sí, esos que gobernaron México durante más de 70 años), habían tomado la decisión de abrir por la fuerza las bodegas donde el alcalde guardaba desde octubre de 2005 centenares de mantas, colchonetas, herramientas, productos de aseo y alimentos, muchos de los cuales se encontraban ya en mal estado.

Por supuesto, ningún organismo se había hecho cargo de comprobar que estas ayudas eran entregadas adecuadamente o simplemente entregadas. Por supuesto, nadie asegura a la población de Vicente Guerrero que los regidores vayan a darles lo que les corresponde, pero eso ya es otra historia.

La zona donde se encuentra Vicente Guerrero es una de las áreas más marginales del Estado, la Sierra Negra donde, en las temporadas de invierno, la mayoría de los habitantes de las colonias, que viven en cabañas de madera, pasan mucho frío y hambre.

Especialmente por saber esto, sentimos mucha rabia y pena cuando vimos esas bodegas gigantescas llenas de bolsas de víveres caducados, sacos de arroz rotos cuyo contenido se había desparramado por el suelo y colchonetas roídas por las ratas.


And the radio plays: Take a chance. Magic Numbers